miércoles, 8 de agosto de 2018

Todo sigue un rumbo

Lo prometido es deuda, y hoy vengo con ustedes para cumplir mi promesa de hablarles un poco más sobre el obsequio que nos dieron el señor Darwin y el señor Wallace. La mejor forma es comenzando de una vez con el nuevo episodio de "El Libro de la Naturaleza", no sin antes disculparme por el retraso en la publicación. Aquí les dejo:


La Evolución en Marcha




Resulta interesante considerar que la evolución de las especies está en el ADN de cada una de ellas; que la selección natural está garantizada por genética, por esas miles de cadenas de genes que contienen nuestra información.

Sabemos que los señores Darwin y Wallace nos obsequiaron la postulación de la selección natural. Hoy, gracias al estudio de la genética de las especies, podemos comprender que los rasgos favorables que garantizan la supervivencia de una especie por sobre otra, se transmiten de una generación a otra gracias a la herencia de los genes. No es que las especies persistan sin modificación alguna a través del tiempo, ya dejamos claro que la vida en la Tierra es algo dinámico y en continuo cambio; conforme ocurre el fenómeno de adaptación, este se transmite.



Entonces sería fácil comprender el rol de la especiación, que es cuando una población es separada geográficamente y queda dividida en dos; cada parte de la especie dividida se adapta a las nuevas condiciones y, con el tiempo, la especie original se convierte en dos especies diferentes. Definitivamente la genética y la adaptación hacen que la especiación sea mucho más fácil de comprender. Los tigres a la izquierda son un buen ejemplo.


Un dato interesante... la máxima expresión de la evolución la podemos apreciar en las islas. Allí, los limitados recursos y la competencia por ellos, obligan a las especies a evolucionar con rapidez. Ya en 1835, Darwin usaba las islas Galápagos como campos de estudio; de hecho, aún hoy el territorio insular es la biblioteca favorita de los biólogos evolutivos. Personalmente creo que la mejor forma de aprender algo es con las manos en la masa.

Todo esto parece muy interesante, pero tengo una inquietud. Quizás usted también se lo plantease en algún momento, mi estimado lector. El conocimiento de la genética ciertamente es un arma de doble filo; tiendo a pensar eso cuando hablamos de la selección artificial. 

La selección artificial...No es novedad que el hombre domestica animales y plantas. Al principio esta domesticación era más o menos natural, pues se basaba en la ley de la cría selectiva, es decir, se conservaba a los mejores, aquellos que eran más aptos que los otros para mejorar la raza. ¡Oh! Hoy las cosas son algo diferentes, con la ayuda de la biotecnología es posible lograr el mismo resultado manipulando los genes; de esa manera se refuerzan los beneficios y se eliminan los potenciales problemas. Todo pasa antes de que el animal o la planta siquiera piense en nacer.

¿Qué consecuencias cree usted, mi estimado lector, podría traer este juego de manipulación? Muchas películas de ciencia ficción, del ayer y del hoy, nos muestran los potenciales escenarios de este juego de creación. Lo cierto es que muy probablemente nuestros hijos o nietos lleguen a visualizar las consecuencias de la manipulación genética de las especies.

Los invito a investigar un poco más si se animan y a dejar sus comentarios y opiniones en relación a este tema. Por ahora me despido y, como siempre, agradezco la lectura.



2 comentarios:

  1. ya el hombre a intervenido muchas especies, personalmente pienso que no debería.El hombre al hacer la labor de la naturaleza, pienso que esa actitud lleva solo a mutar lo que sea, y que en algún momento mas que corregir empeorara lo que sea.

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    1. Tienes mucha razón. Es una lástima que los seres humanos tengamos esa obsesión por controlarlo todo. Jugar con la obra de la naturaleza es un arma de doble filo.

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¡Hola!
Muchas gracias por tu comentario.
Si el sistema de blog me lo permite (porque a veces me da problemas), te responderé en cuanto sea posible.

Otra vez, muchas gracias. ¡Hasta la próxima!