Burghwyn
Septiembre 17, 1815
Queridas Katherine y Margarite.
Me alegra volver a tener noticias de ustedes. En respuesta a su consulta, efectivamente, recordar todos los acontecimientos que me trajeron a la Mansión Mascarov ha resultado agotador, pero no lo suficiente como para olvidar lo terrible que fue el viaje desde Ciudad Capital a Burghwyn. Saben muy bien que el recorrido es bastante prolongado. Eso es algo que aún no les he contado, sobre el viaje y mi llegada a estas tierras.
El Conde ordenó a su cochero personal que me transportase a la Mansión, pronto me enteraría de que él solo encarga lo importante a personas de confianza. Con detalles y molestias como esos, me es difícil recordar que solo me quiere para recuperar su inversión monetaria. A veces pienso que realmente tiene sentimientos románticos hacia mi persona, pero no se preocupen, sé que debo afrontar la realidad y aceptar rápidamente que la conveniencia no es lo mismo que el amor. He perdido la cuenta de mis suspiros, ¿recuerdan que madre solía decir que cada suspiro te roba una gota de felicidad? Ya debo ser muy infeliz para estos momentos, el pecho me punza cada vez que recuerdo la voz de Alexander pronunciar mi nombre.
La semana que pasé en el Hotel Central no es algo que quisiera recordar demasiado; estuve prácticamente encerrada y cuando salía, uno de los sirvientes del Conde me seguía de cerca, pero de él no hubo señal alguna. ¿Por que un hombre de su posición se esforzaría tanto en hacer valer semejante contrato? Dudo que el dinero sea un problema para él, las condiciones en las que vivo ahora son más que óptimas y solo me convenzo de que el dinero de nuestra familia no era necesario. ¿Es que el Conde no tiene en la mira a alguna dama de alta alcurnia? En las tardes solitarias me parece que ese debe ser el caso, y que mi rol en este lugar será similar al de un ama de llaves. Estoy acostumbrada a servir, no se preocupen, Lord Burke me hacía cumplir ese rol en la ex-residencia Longhart. La única diferencia es que ahora mi dueño es un Conde.
El atardecer de muchos días me provoca deseos de llorar, estoy frustrada. Sigo sin poder dormir demasiado, y cada mañana la cabeza se me parte de dolor por lo mismo; por sueño y exceso de análisis, saben que siempre pienso demasiado las cosas. Pero no se preocupen, debe ser algo pasajero, mientras me acostumbro a este lugar. Tengo este mismo sentimiento desde el día que bajé del carruaje del Conde. Cuando se detuvo y escuché el "ya llegamos" del señor Edison, el corazón casi me sale por la garganta y el estómago se me hizo un revoltijo. La puerta de la cabina se abrió súbitamente y un mozo de unos doce años se asomó y saludó enérgicamente, quizás pensando que quien llegaba era el señor de las tierras. Asumo que debe haber sido eso, pues nada más ver mi desconcertado rostro, amplió todavía más la apertura de la puerta y se inclinó casi quedando perpendicular a sus piernas, se notaba nervioso y avergonzado. Me cayó en gracia el muchacho, pero no tuve mucho tiempo para reparar en él, pues enseguida un hombre de mediana edad, alto y delgado, vestido con esmoquin, se apareció en mi campo visual. Me ayudó a descender del vehículo y luego hizo una respetuosa reverencia.
- Bienvenida a Burghwyn, mademoiselle Longhart. Esperábamos ansiosos su llegada. - Mientras le oía hablar, parpadeé con sorpresa al ver hacia el frente.
A cada costado del camino que constituía mi ruta de ingreso a la mansión, había por lo menos una treintena de sirvientes; mujeres a un lado y hombres al otro. Todos se encontraban cuidadosamente arreglados y realizaban una leve y respetuosa reverencia, exactamente como el hombre del esmoquin. Hermanas, algo como eso sólo lo había leído en libros, pero jamás lo había visto en vivo y en directo, es ciertamente impresionante. Ese tipo de cortesía solo se le expresa a la alta nobleza, ya me caía en cuenta que estaba en la casa de un Conde.
- Mi nombre es Sebástian, soy el mayordomo principal de la mansión y jefe de todo el servicio. - Se explicaba de manera muy cordial, hasta que reparó en mi escolta, quien se nos unía en esos momentos. - Señor Edison, bienvenido.
- Gracias Sebástian; veo que el Conde ya les comunicó la noticia. - Comentó el abogado, cuando vio a todos los sirvientes presentes. Sonrió al ver mi rostro, supongo que la estupefacción todavía no se me pasaba. Saben ustedes que mi rostro es un libro abierto a mis emociones. Cuando sentí su mano en mi hombro, atiné a cerrar la boca. Lo cierto es que mientras yo no ingresase en la mansión, ningún sirviente movería músculo alguno. - Debe estar agotada por el viaje, ¿le parece que ingresemos? Ninguno de los presentes tiene ánimos de experimentar la furia del Conde por permitir que su hermosa prometida se enferme por pasar más del tiempo necesario en el exterior. El clima en Burghwyn puede ser muy frío e impredecible en esta época del año.
Tenía razón, me llevé una mano a la mejilla, consternada por mi distracción. - Tampoco me gustaría que alguno de los sirvientes enfermase. - Comenté distraídamente, pero percibí sonrisas luego de mi comentario, varias de ellas. Supongo que no sería habitual que un noble presentase consideración por la servidumbre.
En mi trayecto hacia el interior, Sebástian me presentó a la coordinadora de las criadas, una mujer de edad llamada Teresa; también me introdujo a la encargada de la cocina, Rosy; y al supervisor de los establos y jardines, Lionel. Antes de darme cuenta, ya estaba en el recibidor de la mansión. Recuerdo que mientras Sebástian daba indicaciones a Linonel para despachar otro carruaje para el Conde, Teresa se me acercó en compañía de una muchacha de más o menos quince años que la seguía de cerca.
- ¿Madam? - Todavía no consigo acostumbrarme a que todo el mundo me trate tan respetuosamente y con tanto cuidado. - Esta joven es Molly, ella será su doncella personal. Cualquier cosa que necesite, puede solicitársela a ella. Es una niña, pero le aseguro que es tremendamente capaz, la he preparado yo misma.
- Ya veo... - supuse que la chica me seguiría a todas partes, y así ha sido. No me agrada la idea de tener una sombra, pero tengo entendido que son las normas de la sociedad y como prometida de un Conde no puedo ir por la vida sin una sirvienta que me acompañe y me atienda. Así que me limité a sonreírle a la muchacha. - Estaré a tu cuidado Molly.
- Será todo un honor, señora.
- Madam, sé que aún es temprano, pero a Rosy le interesa saber si tiene alguna solicitud particular para la cena de hoy. - Suspiré ante la consulta, verán, normalmente me preparaba yo misma la cena, así que me ha costado acostumbrarme a que aquí no tengo que hacer nada por mi misma. Creí que mi ademán de cansancio habría pasado desapercibido, pero Teresa lo notó enseguida, ya me estoy haciendo a la idea de que a ella me costará engañarla. - ¿Quizás algo liviano? El viaje desde la Ciudad Capital es largo y el camino es poco amigable. Me imagino que madam se encuentra agotada, ¿algo de sopa, quizás? - Teresa puede ser muy asertiva en ocasiones, me sentí bendecida por tener una jefa de criadas tan capaz.
- Me parece una estupenda sugerencia, Teresa. También agradeceré una infusión de hierbas para el mareo y algo de medicina para el dolor de cabeza. - Traté de decirlo con suavidad, saben como odio preocupar al resto, pero ella comenzó a transmitir mis indicaciones como si todo fuese urgente. Solicité que llevasen todo a mi habitación, necesitaba descansar un par de horas, así que ordené que si el señor Edison lo deseaba, podía servirse un menú completo: de acuerdo a la disposición de ingredientes en la cocina. Teresa sonrió satisfecha, supongo que no esperaba que una chiquilla como yo se las apañara para dar órdenes a la servidumbre. Gracias a madre por la preparación, y a Lady Burke. En el fondo sí ponía atención a todo lo que me enseñaban, aunque ustedes todavía lo duden.
Los días siguientes no fueron muy diferentes al primero; me ocupaba de supervisar todo con Teresa, para aprender las rutinas de la Mansión. El señor Edison sólo se quedó un par de días y luego retornó a la Ciudad con el carruaje que recogería al Conde. Es difícil acostumbrarse a ser señora de una mansión como esta. Antes hacía las cosas de la ex-residencia Longhart para evitarme otros problemas. Lo positivo de todo eso fue que gane experiencia para administrar, no es malo si me lo preguntan.
¿Cómo fueron sus primeros días? Aunque no soy oficialmente la señora de la casa, de acuerdo a lo que escuché de Sebástian, el Conde ordenó que se celebrase una ceremonia oficial en la mansión, pero que los preparativos iniciaran a su llegada. Ya ha transcurrido un mes desde mi llegada, y aún no puedo acostumbrarme a nada, me cuesta trabajo relacionarme con los sirvientes, por alguna razón, todos parecen tener miedo de tratar conmigo.
Me informaron que el Conde regresará en una semana...
Parte II Parte IV
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