Burghwyn
Noviembre 01, 1815
Querida Katherine.
¿Pensaste que te enviaría mi carta sin finalizar toda la historia?
¡Jamás haría tal cosa!
Mi demora se debe a que el principal problema es que todos en esta mansión se preocupan demasiado por mi bienestar; más de lo que quisiera, sinceramente, y no me dejan un minuto de privacidad mas que para dormir. Tú sabes que no puedo escribir si tengo a un tercero mirando por sobre mi hombro; aunque no me ha quedado de otra que acostumbrarme al guardaespaldas. Si Molly pudiera, estoy segura que dormiría en la misma habitación que yo, era la primera y última persona que veía cada día, pero ahora veo al nuevo sujeto más que ella. Cuando mi criada personal no se encuentra disponible, tengo al señor Bolt que me sigue como perro guardián. No sabría decir si es una persona agradable o molesta, lo cierto es que no habla demasiado y cuando responde algo, más parece un gruñido que una palabra. Pero no puedo negar que hace su trabajo impecablemente.
Ya te había comentado que a sugerencia de Sebástian, Alexander decidió contratar un buen guardaespaldas, que pudiese apañárselas para cuidar de mí cuando él no estuviera presente. Si consideramos los extremos a los que llegó la cólera de nuestro tío, francamente no me extraña e incluso lo agradezco. Después del incidente, como todo el mundo lo llama, me mantuve bajo la vigilancia constante de Alexander, quien exigió que me mantuviese a su vista hasta que se asegurasen que los terrenos de la mansión estaban bien cercados.
¡Imagínate que mando a construir cerco hasta en el último rincón! Como todo eso implicó todavía más papeleo que el que suele realizar, se la pasaba todo el tiempo en la oficina; particularmente no me molestaba acompañarlo, pues su despacho de trabajo tiene tanto o más libros que el de nuestro difunto padre, así que hay lectura de sobra para pasar cada tarde. Aunque también hay otro detalle, mi futuro esposo ha comenzado a decir que no puede concentrarse en su trabajo si no me ve y coge mi mano, por lo menos, dos veces al día. ¡Qué descaro!
Drake Bolt llegó a nuestra puerta una de esas tranquilas tardes de lectura. Ingresó en la oficina, escoltado por Sebástian, quien lo presentó como un antiguo compañero de armas. Naturalmente, nuestro mayordomo, que ha demostrado ser todavía más aprensivo que Alexander, en lo que a mi seguridad respecta, se tomó muy en serio lo de buscar un cuidador de confianza. Me quedé de una pieza al verlo. ¡Oh!, pero no me malinterpretes, por favor. El hombre es tan alto y corpulento que me recordó a un oso de montaña. Alexander es alto y de buen cuerpo, igual que el señor Bolt, pero no es lo mismo. Drake Bolt asusta; aunque supongo que es porque nunca sonríe y siempre tiene esa mirada de sabueso gruñón. Al Conde pareció divertirle mi expresión cuando me anunciaron que el recién llegado sería mi guardaespaldas desde allí al infinito.
- Yo no necesito una niñera licenciada en armas y combate. - Fue lo que dije cuando logré reponerme del primer impacto.
- Muy por el contrario, querida, es exactamente lo que necesitas. - Respondió Alexander, mientras firmaba el contrato con el señor en cuestión. - Esto de Lord Burke está recién comenzando, te aseguro que no tengo intenciones de quedar viudo, o que me quiten a mi amada, otra vez. - Iba a responderle, pero el "otra vez" me dejó pensativa y preferí mantenerme en silencio y asentir de mala gana. - Esa es mi chica. - Me sonrió complacido, se me acercó y se paró detrás de mí con sus manos en mis hombros. - Señor Bolt, como habrá escuchado, esta hermosa dama es lo más preciado en la vida para mí y su seguridad me importa más que cualquier otra cosa. Todo lo que necesite, no dude en pedirlo. La dejo a su cuidado.
El hombre se cuadró y se inclinó ante nosotros en una reverencia, que yo diría fue de noventa grados perfectos. - Será un honor, su Excelencia. Madam, estaré a su servicio. - Golpeó las palabras, casi como hablase con un general del ejército o algo por el estilo; solo pude parpadear con sorpresa y agradecer su dedicación. Al menos ya podría salir al jardín. ¡Exacto! La condición para dejar el edificio era tener a este perro guardián detrás de mí todo el tiempo.
Debo decir que fue bastante gracioso ver la reacción del resto de la servidumbre cuando se cruzaron con él por primera vez. Verás, querida hermana, todo se debe a su actitud y su estatura; sobre todo las sirvientas, se intimidan con tanta facilidad que muchas huyen, y la mayoría envía a los criados a preguntarle cosas. Francamente, el sujeto es una piedra, pero es graciosa la forma en la que trata con los pocos valientes que se le acercan. Aunque yo diría que a algunos los trata de manera especial.
- Es usted un hombre muy serio, señor Bolt, ¿se lo han dicho? - La voz de Molly me distrajo de mi lectura, pero fingí seguir leyendo para ver qué pasaba.
- Ehm, si. Suelen decírmelo a menudo. Solo hago mi trabajo, debo concentrarme. - Se limitó a responder, realizando un paseo visual del sector de la terraza donde nos encontrábamos en ese momento.
- Pues yo creo que se vería mucho más guapo si sonriera de vez en cuando. - Comentó mi criada personal, muy despreocupadamente para mi gusto. - A mi me parece que usted es un hombre muy atractivo, pero da miedo con esa cara de perro que siempre trae.- ¡Casi se me cae el libro de la impresión! Qué muchacha más atrevida, aunque me agrada su sinceridad. Fue gracioso ver el cambio de expresión en el rostro del señor Bolt, me imagino que lo tomó por sorpresa, casi se ahogó con el aire el pobre hombre. ¡Dios mío, Katherine! Tuve que ahogar la carcajada, pero Jimmy se dio cuenta inmediatamente de mi ademán.
El muchacho se me acercó disimuladamente, mientras el guardaespaldas y la criada intercambiaban frases relativas al mismo tema. Era el primer día que nos veíamos desde el incidente, pero ciertamente pareciera que no hubiese pasado absolutamente nada de tiempo. Resulta que por estar encamado, todo el mundo le visitaba y le comentaba cosas; últimamente, el principal tema de conversación era mi guardaespaldas y su relación con algunos sirvientes. Ya te había comentado que el sujeto es una roca en lo que a relaciones sociales respecta, pero se lleva de maravilla con el Conde, Sebástian y Jimmy. El niño le ha caído en gracia, sobre todo después de enterarse cómo me defendió de los maleantes.
- Ha dicho que me enseñará a defenderme y luego a defenderla a usted. - Me comentó animado, luego de que confirmamos que la discusión entre él y Molly se había desviado un poco de tema.
- ¿De verdad? Está muy bien que tengas a alguien que te enseñe ese tipo de cosas. No me gustaría que volvieses a salir lastimado por mi culpa.
- Le pregunté al patrón y él estuvo de acuerdo. Dijo: "Mientras más personas cuiden a mi amada, mejor" - Repitió imitando a Alexander, incluso en postura. Me ruboricé solo de imaginármelo comentar eso con los sirvientes. ¡Qué hombre más extraño! - La señora es muy querida en esta mansión.
- Si tú lo dices, no puedo hacer más que creerte. - Comenté despreocupadamente, mirando a Molly molestarse con el señor Bolt. - Jimmy, ¿dirías que Molly y el señor Bolt se llevan bien o mal? No hacen más que discutir todo el tiempo, pero no puedo evitar pensar que a ella le gusta. - El muchacho rió al escuchar mi comentario por la relación entre mis sirvientes.
- La señora siempre se preocupa mucho por los demás. Le contaré un secreto. De todas las sirvientas, Molly es la única, además de Teresa, que le habla con tanta confianza. Supongo que es influencia suya, eso dice Sebástian. Aunque yo también creo que a ella le gusta.
- ¿Influencia mía? - ¿Cómo iba a ser influencia mía? A mi parecer le hablo a todos los sirvientes de manera normal. ¿Qué hice yo para influenciar a Molly?
- Ah, pero no es algo malo. Sebástian dice que le agrada la forma en que la señora siempre dice lo que piensa. Incluso el patrón nos ha comentado que eso es parte de su encanto.
- ¡Por Dios Jimmy! Vas a lograr que me ruborice realmente. - ¿Cómo es que el Conde puede comentar tan abiertamente sobre esas cosas?
- ¡Pero qué hombre más terco! - Era Molly la que se nos acercaba, cargando una bandeja que contenía mi merienda. Murmuraba malhumorada, suaves insultos hacia mi guardaespaldas. - Señora, disculpe que les interrumpa, pero le he traído su té y una carta que ha llegado para usted.
La carta contenía una invitación para una fiesta de té que se celebraría dentro de unos días en casa de los Cronwell, quienes, conforme a lo que me aclaró Molly, esta emparentados con el Conde. No me animaba mucho la idea de compartir una tarde completa con un montón personas que no conocía, pero pronto me convertiré en Condesa y este tipo de eventos sociales sirven para darme a conocer. Me alegró ver que no era la única que odiaba que tuviese que acudir a esa fiesta de té; mi futuro esposo no se lo tomó muy en gracia, e instruyó detalladamente al señor Bolt y Molly sobre quién podía acercárseme y quién no, durante el transcurso de los res días que duraba la celebración. Tristemente él no podía acompañarme, pues nuevas noticias habían arribado de la Capital y debía acudir a resolver unos pequeños conflictos.
- Elizabeth, mantente siempre a la vista del señor Bolt o de Molly. - Alexander llevaba una hora despidiéndose de mí, encargándome evitar esto y aquello en lo que a su prima, Lady Cronwell, se refería. - Odio no poder acompañarte. ¿Qué será de mí estos días que estaré fuera sin tí? - Me cogió las manos, negándose a dejarlas ir. Sebástian ya estaba perdiendo la paciencia, tratando de que se montase de una vez en el carruaje. - Escucha, cuando solucione estos conflictos con los abogados vamos a comenzar a planear la fecha de la boda y la celebración. - Besó mis manos y luego me atrajo hasta él, atrapándome en un abrazo que hizo que mi corazón se disparara al cielo. Luego besó mi frente y se montó en el carruaje.
Me quedé mirando cómo se alejaba, mientras Teresa y Molly se ocupaban de mi equipaje; yo también debía partir dentro de poco a la Residencia de Verano de los Cronwell.
Los terrenos en los que se celebraría la fiesta de bienvenida al verano no eran tan impresionantes, si los comparaba con los del Conde Mascarov; sin embargo el edificio era dos veces la antigua Casa Longhart, así que para mí era lo suficientemente grande. A nuestra llegada, nuevamente vi la procesión de sirvientes de camino a la entrada. Avancé pausadamente, con la cabeza en alto y actitud solemne, tal como me había instruido Teresa. Debía asegurarme de no manchar el nombre de mi futuro esposo, y aparentemente lo estaba logrando, al menos en la entrada. Pude percibir un número indefinido de curiosos, que se agolparon en torno a la fila de sirvientes para presenciar mi llegada. Sabes cuánto odio ser el centro de atención, pero Lady Cornwell se encargó de que todo aquel que, para ese entonces, no hubiese notado mi presencia, lo hiciese al momento que ella me dio la bienvenida. Ahogue mi mirada de odio en una sonrisa cordial y comencé con las reverencias y saludos. Al parecer, la anfitriona, estaba muy emocionada por mi presencia; luego me enteré de que Alexander siempre se excusaba con algún pretexto.
Me presentaron a una serie de personas, cuyos nombres apenas puedo recordar. Entre todos hubo un hombre joven que me pareció bastante familiar, tenía la impresión de haberle visto antes, pero sinceramente no podía recordar dónde. Naturalmente él parecía conocerme, por lo que fingí que sabía exactamente con quién estaba tratando. El sujeto aprovechaba cualquier oportunidad para dirigirme la palabra y pensé que tendría intereses comerciales para con Alexander, pero, hermana, estaba muy equivocada.
Luego de la primera noche en la Residencia Cronwell, estaba tan agotada por la primera velada y el exceso de atención, que permanecí en mis habitaciones hasta pasada la hora del almuerzo; pero el sujeto que te comentaba, se las arregló para programar una visita a mi sala privada, con ayuda de la anfitriona. Ya muy tarde recordé que se trataba de un socio comercial de Lord Burke.
- ¿Madam? Un tal Lord Paul Carroll solicita una audiencia con usted. - Era Molly la que me informaba, gracias al cielo ella y el señor Bolt estaban conmigo. Este último, con su cara de pocos amigos, me había ayudado a librarme de varias conversaciones indeseadas. Katherine, ¿recuerdas a Lord Carroll? Yo todavía no recordaba quién era en ese momento, así que inocentemente accedí a recibirle. Aunque luego de una larga conversación, que inició en generalidades y acabó en temas personales, bien recordé de quién se trataba.
- Ciertamente fue todo un shock para mí cuando me enteré de que estabas comprometida con otro hombre, Elizabeth. - Se me acercó de golpe, cogió una de mis manos y me asió por la cintura, atrayéndome hacia él. Intentó besarme. Te puedes imaginar que me aparté rápidamente y retrocedí varios pasos, poniendo la silla entre ambos.
- Lord Carroll, me temo que ha habido una confusión. - Tuve que alzar la mano para detener al Señor Bolt, que ya iba de camino a sacarlo a patadas de la sala. - El acuerdo que usted menciona fue entre usted y mi tío. Lamento decirle que soy mayor de edad y, como tal, he decidido honrar el acuerdo matrimonial inicialmente establecido por mi padre. Naturalmente este pacto es muy anterior al suyo con Lord Burke. Y le rogaré que no se dirija a mi persona con tanta confianza, para usted soy Madam o Lady Longhart. Al menos hasta que mi matrimonio se concrete, pues entonces deberá dirigirse a mí como Condesa. - Fui tajante en mis palabras, aunque las pronuncié de forma aguda producto de la impresión. Naturalmente, por mi voz y el ruido de las sillas, Molly y Lady Cronwell se acercaron enseguida al umbral de la puerta con expresión de preocupación.
- ¿De qué demonios estás hablando? En tus cartas hablabas de una manera muy diferente, sobretodo en relación a la prisión en que se había convertido tu compromiso. Elizabeth, me dijiste que me amabas una y mil veces. ¿Ahora me vienes con que fue una equivocación? ¡Tengo las cartas aquí conmigo! - Arrojó un montón de escritos sobre la mesa y volvió a acercarse atrevidamente, pero esta vez dejé al Señor Bolt hacer su trabajo. Por mi parte respiré profundamente, le di una ojeada a las supuestas cartas y respondí con tranquilidad.
- Nuevamente le aclaro que ha habido una confusión. En primer lugar, las únicas cartas que he escrito están dirigidas a mis hermanas, Katherine y Margarite. Esta letra no es mía. - Le aclaré, moviendo los trozos de papel en mi mano. - Me temo que Lord Burke le ha engañado. - Le devolví las cartas en la mano, aprovechando que mi escolta aún lo tenía sujeto - No considero que mi relación con el Conde sea una prisión, y le aseguro que si he de dedicarle palabras de amor a alguien, estas irán dirigidas a Alexander Mascarov y no a Paul Carroll. - Por la expresión que me devolvió tras oír mis palabras, pude intuir que acababa de ganarme otro enemigo más en la vida. - Mi escolta se encargará de acompañarle a la salida. Buenas tardes.
Nada más oír mis palabras, el Señor Bolt cogió a Lord Carroll y prácticamente lo arrastró hasta la salida de la habitación. El sujeto salió vociferando barbaridades que, obviamente, llamaron la atención de más de un curioso. Mientras tanto, en la sala de estar, me dejé caer en el asiento y traté de tranquilizarme; Lady Cronwell se deshacía en disculpas por la situación a la que me había expuesto. Me aclaró que aquel hombre le había comentado que tenía intereses comerciales con el Conde y que deseaba hablar conmigo para entablar conversaciones futuras. Jamás se imaginó semejante espectáculo en su propia casa, y no era para menos. Yo soy la prometida del Conde y un hombre desconocido había intentado propasarse conmigo en su propia casa; cuando Alexander se enterase de lo ocurrido, y vaya que iba a enterarse, no descansaría hasta hundir a todos los involucrados. Por supuesto ella quería asegurarse de aclarar que no había tenido nada que ver en todo aquello.
Para mi tranquilidad, se aseguraron de que Lord Carroll fuese expulsado de la residencia. Pero eso no evitó que los rumores se reavivasen, ya sabes que antes circulaban algunos sobre mi reputación y esto no hizo más que empeorarlos. Afortunadamente , mi rápido proceder, aseguró que el Conde se enterase por mí y no por terceros. Nada más regresó, rogué al Señor Bolt que enviase un mensaje a Sebástian comentándole lo ocurrido, en caso de que Paul Carroll se apareciese por allá; obviamente solicité que le informasen al Conde inmediatamente lo acontecido. Te imaginarás en qué resultó todo; no sé cómo lo hizo, pero para mi regreso, Alexander ya estaba de vuelta en la mansión. No solo había puesto fecha a nuestra boda sino que también se disponía a comenzar con el envío de las invitaciones, la que por supuesto adjunto para ti con esta carta.
En cuanto crucé el umbral de la puerta, el Conde se me echó encima y me abrazó posesivamente. Me expresó sus más sinceras disculpar por el mal momento que debí pasar y me juró que jamás volvería a permitir que acudiese sola a semejantes eventos. Estaba muy agradecida por toda la preocupación, pero la vergüenza de que expresase su cariño y preocupación frente a la servidumbre no me permitió decírselo. ¡Ah! Pero sí correspondí su abrazo, la verdad es que deseaba eso desde que aquel sujeto se atrevió a tocar mi cintura. Le había prometido a Alexander que no dejaría que otro hombre me viese o tocase, y no había podido mantener mi promesa. Pero él dijo que todo estaría bien.
No puedo hacer más que confiar en mi futuro marido, ¿verdad?
Espero sinceramente que puedas acudir a nuestra boda. Aguardaré ansiosa a que volvamos a encontrarnos.
Parte V Parte VII
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