Isekai
- 異世界 -
Ella
El pavimento estaba humedecido y resbaladizo; el enojo siempre había sido su peor enemigo cuando tenía el pie sobre el acelerador; además las lágrimas no le permitían ver con claridad. Para cuando se percató del obstáculo en el camino, era demasiado tarde. Vueltas descontroladas, un golpe seco, pérdida de la sensación de gravedad mientras caía al vacío y luego nada.
Abrió los ojos de golpe, ahogando un grito y respirando en forma acelerada; la opresión en su pecho y el estremecimiento de su cuerpo le decían que estaba asustada, pero no lograba recordar el por qué. Estaba boca arriba, recostada sobre una superficie dura, más no lograba distinguir mucho más que eso pues todo estaba sumido en la oscuridad. Palpó con la mano buscando el borde y, al menos por la textura, pudo concluir que se trataba de una roca. Luego pensó que podría utilizar su teléfono móvil para iluminar un poco el lugar, pero cuando revisó sus bolsillos, se dió cuenta que no lo traía consigo. Ahogó un suspiro y se levantó.
Con los brazos estirados y tanteando el suelo con los pies, comenzó a avanzar en búsqueda de algún muro. Al caminar se percató de que el camino que recorría parecía estar cubierto por hojas secas, al menos eso le dió a entender el permanente crujido que sentía al avanzar y lo amortiguado de sus pasos al hacerlo. Para cuando al fin alcanzó a tocar algo con las manos, pudo darse cuenta de que los muros también eran de roca y que muy probablemente se encontraría en alguna clase de cueva. Continuó avanzando en una dirección cualquiera, sin separarse del muro para no perder el rumbo.
¿Cómo había llegado a ese lugar? No podía recordar con claridad absolutamente nada de lo que le había ocurrido luego de salir de casa de su ex-prometido. Por un momento sintió que rompería en llanto nuevamente al recordar lo sucedido aquella noche, pero rápidamente descartó cualquier melancolía cuando comenzó a distinguir un punto de luz lejano.
Ciertamente no sabía cuánto había demorado en llegar a la salida, pero lo que tenía claro era que mientras más se acercaba a la luz más prisa le entraba por salir de la cueva. Los lugares oscuros eran una de las cosas que más odiaba en la vida. Cuando cruzó el umbral llevó las manos frente a sus ojos para ayudarle a enfocar el paisaje, mientras sus pulmones disfrutaban del aire fresco, purificando su organismo de la esencia enrarecida de la cueva.
Una vez acostumbrada a la luz exterior, se quedó de una pieza a causa de la sorpresa y el espanto que la invadía, boquiabierta por lo que veía ante sus ojos.
¿Dónde rayos estaba?
Continuará...
Mini Novelas Parte II
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