Caminó a la inercia por los inexpresivos pasillos, al igual que todos los demás. Sin pensarlo demasiado se mantuvo firme en la fila cuidando su puesto y sus cosas, esperando su turno, mientras la serpiente abría y cerraba sus múltiples bocas, alimentándose del tumulto.
Tras una cantidad infinita de minutos, el grupo avanzaba y se volvía a detener.
"Lento pero seguro" - se dijo, y dió un paso más. Luego otro, y más tarde un tercero; así se mantuvo, avanzando y esperando, con pensamientos estáticos. En piloto automático.
Se acomodó los audífonos y activó su reproductor.
Cuando la serpiente arribó nuevamente en la parada, levantó la vista y se encontró con su propio reflejo. Mas no alcanzó a animarse con una sonrisa, pues rápidamente abrió su boca y comenzó a devorar. Entró sin pensarlo demasiado y, como era habitual, a la carrera encontró un rincón para acomodarse. De suerte quedó con la vista hacia el otro lado, encontrándose nuevamente el reflejo del rostro.
Examinó la imagen al ventanal. Murmullos se abultaban en sus oídos. Conversaciones ahogadas sin un principio y sin un final. Interrumpidas por las vibraciones que la serpiente metálica emitía al avanzar por sus cavernas.
"Soy comida en la panza de un reptil" - y tuvo que ahogar la risa cuando analizó esa posibilidad.
Volvió a recorrer el reflejo en el ventanal. Era difícil distinguir el suelo, los muros o un rostro de otro.
"Ciertamente todos parecemos alimento enlatado". - Suspiró. - "Al menos soy un alimento con ritmo" - su canción favorita ya iba por la mitad.
La criatura comenzó a dejar sus cómodos túneles, y alzó el vuelo por sobre la ciudad. Su reflejo le abandonó, pero fue reemplazado por las montañas en la lejanía, las que ya comenzaban a teñirse de rojo.
Ya iba por su segunda o tercera melodía favorita cuando tuvo que dar el último paso.
"Ahora si, una sonrisa para el ánimo" - pensó, curvando los labios y avanzando hacia su libertad.
Mientras la serpiente dejaba su parada dió las gracias por ya no ser parte de la comida enlatada.
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